El idioma de Dios.

23 de abril 2015.

El idioma de Dios.


Me he quedado sin boquillas y la noche se antoja larga. Benditas noches eternas. Aquellos que no sepan el placer del silencio onírico, el que recorre la atmósfera cuando brilla la bombilla solitaria en la ciudad, no saben lo que es oírse pensar. En mi mesilla oscilan levemente las torres de libros, algunas con polvo en la cima, otras con las hojas recién arrugadas y otras con frases subrayadas en negro. ¿Qué haría yo sin mi bombilla? La electricidad me libera. ¿Hemos perdido el miedo a la oscuridad? Cuando los demonios fueron expulsados del armario el chaval se quedó solitario y valiente, y decidió enfrentarse a sus propios monstruos. Los que tienen su propia cara y sonrisa.
Echamos los miedos externos cuando nos quedamos despiertos a deshora, viviendo a la vez que los demás sueñan. ¿Universos paralelos? 
¿Qué estará haciendo Rihanna ahora mismo?
Con el tiempo me he ido dando cuenta de que mis miedos crecen y mueren en mis dedos. Viven dentro de mi habitación, duermen en mi cama, saltan en mi cabeza, lloran en el pecho. Mis manos son las que los maduran, las que pelean y las que ganan, a veces, y a veces se rinden. 
Miro en Facebook fotos de gente siempre feliz, siempre sonriente, siempre activa y acompañada. Y me pregunto ¿con qué sueñan? ¿Qué me venden? ¿Quiénes son? ¿Quién soy? 
He encontrado una boquilla asustada, la he cogido en mi palma y la he arropado y he hecho una hoguera para calentarla mientras la beso. ¡Bendito humo! 
- Yo te aliñaba- le digo sugerente y pícaro, como una promesa más que como una proposición. 
- No siempre se puede - me responde dentro de la boca. 
- Tienes razón.
- Como siempre. - me dice cuando se escapa por la ventana semi cerrada, que está así para que no entren murciélagos. 
Otra vez mis manos matando a los demonios. Son dos dedos los que se mueven de arriba hacia abajo, paralelos, sosteniendo una antorcha olímpica que es símbolo de la camaradería, del morir, de la libertad, de la primera victoria sobre la naturaleza. Soy un hombre, una persona, ¿es eso una bendición? 
Estamos condenados o a preguntarnos sin cesar el por qué de las cosas, a infinitas e infatigables contradicciones, o a quedarnos en al superficie de la ignorancia, anhelando el mundo superior a nosotros, el posterior, y el repleto. A estar solos o a estar acompañados. A marear preguntas o a esperar que alguien nos responda. Dios, a veces, me habla con mi propia vida. El lenguaje de Dios es la suerte. La suerte es el azar de las causalidades. La caprichosa intención del juego, el instinto curioso del alma. 
He encontrado otra boquilla justo cuando se despedía la primera. Amor efímero, amor rutinario, vicio, amor infinito. Hasta que la muerte nos separe. 
¿No es precioso como nos gusta matarnos? Odiamos la vida en lo más profundo de nuestro ser. Y al odiarla nos permitimos disfrutar de los placeres. Todos vamos a morir, inconscientemente elegimos cómo llegar al camino. Nada es bueno, nada es malo, nada es más rápido ni más lento. Todo es cíclico. 
Dios nos habla a través de la suerte. Yo no tenía tabaco, y ahora parezco un tren. 
Amén. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario