Mujeres de hora y media.

14 de febrero 2015

Mujeres de hora y media. 


H
ay muchachas que se te escapan al entendimiento, que huyen de cualquier lógica humana, de cualquier pensamiento racional y que sólo se las puede admirar a través de los sentidos, y aún así hay cosas que se escapan. ¿Cómo se puede expresar algo que no se sabe cómo se percibe? Como sus hombros, salpicados de lunares alejados, pequeños, como virutas de chocolate negro. O su pelo, que de tan rebelde hace lo que quiere con su cara. O sus manos alargadas y finas, pintadas de varios colores, con los nudillos marcados y las venas trasluciéndose levemente, azulando su piel blanca. O los labios, o las pestañas. 
Hay muchachas que sólo aparecen en las películas, que no adolecen de las incoherencias nimias, de los arrebatos de calor y furia, de las inseguridades manifiestas y de las pequeñas cosas de las que se compone la realidad. Y se te entran dentro porque son lo que te gustaría que fueran, con sus diálogos profundos, las alegorías y las metáforas perfectas. Con la luz incidiendo de tal manera que no podía ser de otra forma, con esos decorados que dicen tanto como las palabras. Entonces pasa que todo eso gira dentro de uno, dejando que en el alma se cree un torbellino de imaginación poderosa e incontrolable, dejando el pecho hueco y hambriento. Y piensas, con casi toda la razón de tu lado, que sólo existen en las películas; y que sólo así pueden ser reales, que nadie tiene el magnetismo natural que tienen las ilusiones guionizadas; que si alguien te piensa te puede crear a su antojo y a su ritmo, que esas mujeres preciosas están ahí para eso, para desencadenar la ilusión de realidad, para que sueñes con ellas y se te metan en el seso; para que no dejes de buscar esa utópica naturaleza. Porque dicen cosas que llegan, palabras medidas, con sus silencios y su música de fondo que tan bien le sientan. Y tú, que no eres más que uno que está sentado en un sillón, viendo un película, piensas que ojalá, que por qué no, que sólo hay que buscar un poco más, que todo puede llegar, que puede que sí si se intentase... 
A mí las mujeres de las películas me afectan, qué le vamos a hacer. y sí, inconscientemente busco, secretamente sueño, y me revuelvo y me contradigo, porque sé la verdad, pero eso no siempre importa. Y la verdad es que ésas mujeres existen, pero no sólo durante hora y media; tampoco les pasan cosas dignas de ser narradas, no son existencias profundas e interesantes, no tienen los diálogos tan bien medidos; aunque esto sea porque no se acotan, no pretenden ser metáfora de nada, sólo reflejo de la realidad. Así, si te tomas en serio los sueños con las protagonistas de las películas caes en el error de juzgar la realidad con un filtro equivocado. Aquí, en la vida, las cosas siempre se suceden unas detrás de otras, sin espacios de publicidad, sin flashbacks ni saltos de espacio, no se superponen imágenes alegóricas. Por eso las mujeres no son tan perfectas, no van siempre bien peinadas ni tienen las sonrisas que se muestran en las películas. Pero tienen cosquillas y sudan, huelen y se cabrean. Y son celosas y mimosas. No podrán hacerte saltar los esquemas en hora y media, pero puede que cuelen su resumen en tu calendario.
Lo que quiero decir es que, aunque no existan las mujeres de las películas, hay chicas que son igual de perfectas, aunque los matices sean distintos. Y vuelvo a hacerme la pregunta de antes: ¿cómo se puede expresar algo que no se sabe cómo se percibe?
Y temo que no haya respuesta, pero espero seguir haciéndome la pregunta eternamente. E intentar responderla tantas veces como sea posible. Porque eso es lo que son las mujeres en el fondo, preguntas que nos hacemos que no podemos responder, pero aguantamos para ver si algún día, en algún momento, podemos entrever una respuesta, por pequeña que sea. Porque las mujeres de la vida real no duran hora y media, pero se perciben igual y más intensamente; incluso hay algunas que pueden durar toda una vida. Y el tiempo es oro. 

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