Monogamia.

Monogamia.




El otro día volví a mi bar de siempre, esta vez acompañado por una mancha negra con las patas blancas que correteaba por entre las sillas. Me senté a dos mesas del lugar que me gusta por culpa de un hombre mayor que leía. Yo siempre me he imaginado leyendo despeinado en un bar, y en cierta medida me recordaba a como me imaginaba yo en el futuro. En esta época del año siempre me cuestiono si el café debe ser aún con leche o ya sólo con hielo. El sol engaña cuando sale y parece que debería tomarse algo frío, pero al esconderse prefieres una taza, lo que me obliga a tomar mi decisión en el momento de sentarme: si hay un rayo que me calienta, con hielo; y punto.

Cuando ya estaba encendido el primer cigarro obligatorio y me disponía a probarlo, tres muchachas de alturas dispares se sentaron entre el hombre que me gustaría ser de mayor y yo. Ellas parecían tener la misma indecisión con la temperatura de la bebida. Presté atención en busca de una solución a mi dilema. La más alta y rubia pidió una coca cola, la mediana, de pelo negro y liso, pidió un café con leche. Empate. La última y más bajita, con el pelo azul, pidió una coca-cola, pero sin hielo. ¿Eso desempataba algo? Porque la coca-cola no está fría, pero no puede considerarse caliente.
Fumé y miré como mi perrito se acercaba a ellas y las olía, provocando una sucesión de ·ay que monos y de pero qué cositas que me hizo gracia. Cuando mi perro las dejó en paz, para decepción de todas, se pusieron a parlotear. No voy a negar mi predisposición a escuchar conversaciones ajenas. La del pelo azul tomó la iniciativa, dirigiéndose a la morena del pelo liso.

— Tú no te comas la cabeza, las cosas salen solas. Si se rompen no es un drama. Nada dura para siempre... — la rubia alta interrumpió con un carraspeo elegante y dijo:
— Hay cosas que sí. Mira Ernesto y yo. — y añadió una mirada de superioridad moral y reproche a su amiga del pelo azul.
— Diez años no es siempre, Rosalía; diez años son diez años. — dijo la del pelo azul.
— Depende de para qué, Aurora; nosotras nos conocemos desde siempre y sólo son cuatro años más.

Ambas se enzarzaron en una discusión sobre matices temporales dejando anonadada a su amiga del pelo liso. Cuando se dieron cuenta de lo que estaba pasando y que la importante de la conversación era su amiga, se callaron y volvieron a interesarse por ella.
— Lo que te quiero decir — retomó Aurora— es que hagas lo que sientas, tía. ¿Te gusta? ¡Pues ya está! Y si luego no resulta ser como imaginas, pues patada y listo. Aquí la importante eres tú y si eres feliz o no.
— Exacto. "Rora" tiene razón. Tu mira por ti y ya está. Pero no vayas pensando que las cosas se terminan o que te va a decepcionar. Eso que lo haga "Rora", que es una cínica catastrofista, tú ilusiónate, igual te sale bien. — Y Rosalía se deshizo en una gran sonrisa cándida de tierna felicidad.
— ¿Y qué es que las cosas salgan bien? —dijo la muchacha del pelo liso.
La pregunta calló sobre todos los que estábamos allí con la fuerza y el peso de un meteorito. Un cráter verbal se creó en nuestras cabezas. Yo dejé de pensar durante un par de segundos tras el impacto. Hasta mi yo del futuro levantó la vista del libro y miró hacia las muchachas. "Rora" y Rosalía se miraron sin saber qué responder. El eco de la pregunta dentro del cerebro anulaba cualquier posible respuesta.

— A eso me refiero. ¿Por qué lo bueno es que acabe con él durante diez años? ¿Las opciones cuáles son, o aguantar toda la vida o que no llegue al año? Pues no sé, tías. Lo que yo pienso es que acabar siempre con la misma persona no es que la cosa acabe bien, pero tener que ir buscando cariño para dormir cada año o cada seis meses, tampoco creo que sea bueno. Es que ninguna de las dos es mala, lo que pasa es que tampoco son buenas...

Sus amigas la miraban y asentían, pero no decían nada.

— ... yo es que le he estado dando vueltas a lo de la monogamia, y no me entero. Porque una cosa es el sexo y otra el amor. No sé si me explico. En el mundo animal se habla de relaciones sexuales, en el hombre de amor. ¿Es monógamo el que le pone los cuernos a su mujer? ¿Y el que se divorcia cuatro veces? ¿O es que significa que cada vez solamente puedes amar a una persona? Porque si es así, si te acuestas con uno y no haces un trío, es monogamia, ¿no? Yo ya no sé nada.

 Sus amigas intentaron ordenar sus pensamientos para decir algo, porque sentían que el silencio que había hecho su amiga era una incitación a hablar. Por mi parte, yo también estaba aturdido y confuso. Mis ideas eran resbaladizas y apenas podía juntar dos o tres a la vez sin que se me escaparan y rebotaran por todo mi seso.
Pero no fueron sus amigas las que hablaron. Si no el hombre que leía en mi sitio. Dejó el libro abierto boca abajo en la mesa, carraspeó y dijo:

— La monogamia y el amor es lo que tú quieres que sean. Si para ti es lo esencial y lo suficientemente estimulante compartir diez años, o toda la vida con una persona, eso es para ti el amor. Si al contrario prefieres ir descubriendo los distintos tipos de cuerpos y de mentes, de situaciones y de emociones, esa es tu definición de amor. Yo, que soy perro viejo, te digo que hagas lo que te dé la gana, porque al final tú no vas a controlar el futuro. Y otra cosa, no te vuelvas a sentar entre Dios y el demonio, porque casi nada funciona por opuestos.

El hombre se levantó y se fue. Acarició a mi perro y me sonrió antes de hundirse en el gris de las aceras. Las muchachas bajaron el tono y ya no pude oírlas. Mi perro me arañaba el pantalón y me decía que nos fuéramos, que ya no pintábamos nada allí y que quería pelearse con su manta, que por la mañana le había ganado. 

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