#Las piedras del camino.

3 de noviembre 2015



#Las piedras del camino.




¿No cambia tu suerte? Ya sé lo que pasa, que siempre tropiezas en la misma piedra y al rascarte la rodilla o la cara, toda manchada de sangre, miras hacia el suelo y ves la postura pétrea y firme de lo que te ha hecho caer; maldices en voz alta y por dentro la mala saña del destino, del camino, de los minerales inservibles y dañinos, quizás hasta un poco malvados. Te levantas y caminas, sigues caminando hacia el frente mirando cada ciertos pasos hacia atrás, sonriendo por dejar la piedra alejarse  y poder empezar a olvidar esa caída dolorosa. No olvidas la piedra, no olvidas la caída; sólo olvidas los pasos anteriores a caerte. La piedra es el enemigo, tú no has hecho nada, no tienes culpa de nada, es la voluntad del mineral lo que hace que te precipites a comer suelo, aún sin hambre. 

Pero más adelante en el espacio y en el tiempo vuelves a tropezar y a caer, la misma sangre, las mismas heridas, la misma piedra que sonríe desde el suelo con una mueca altanera y un deje de chulería. Y repites el proceso y las maldiciones. Vuelves a avanzar mirando hacia atrás, esperando que en algún tramo llano puedas coger carrerilla para llegar más rápido a la meta. 

El tropiezo es algo de lo que no podemos escapar, nadie puede caminar por la naturaleza sin precipitarse alguna vez, no existe un camino llano por el que podamos deambular sin que nada se nos interponga. Lo único que podemos hacer mientras avanzamos es pisar fuerte y seguros el suelo, nuestro suelo; si nos dejamos distraer por caminos paralelos, por caminos ajenos, por cualquier cosa que no seamos nosotros mismos... tropezamos y sangramos en la tierra seca. No es la piedra la que nos persigue, somos nosotros los que, en un cabreo febril, la cogemos y la arrojamos hacia el futuro con toda la rabia y la fuerza de las que somos capaces. Vamos persiguiendo ese tropezar que seguro llegará. Somos nosotros los que vamos poniendo las piedras en el camino. 

Una muchacha sólo sale con capullos que le son infieles y sólo la quieren por su físico. ¿Cuántas veces se ha dejado engañar ya? Todos los hombres son iguales, o si no lo son, todos los que son unos cabrones le tocan a ella. Ella, que le gusta leer novelas simplonas y que entretienen, busca a un tío que le dé qué pensar; ella, que le gusta salir de fiesta y beber busca un hombre tranquilo y sosegado; ella, que sólo conoce las discusiones a voces y considera normal llevar siempre la razón quiere una pareja que la escuche y la entienda, con la que se pueda hablar de cualquier cosa. ¿Cómo va a encontrar algo así cuando no deja de buscar en los mismos lugares? El amor, que se encuentra tras un vaso de alcohol y en la noche, la mayoría de las veces, es algo vacuo y superficial. Se pretende encontrar la pareja donde todos van a follar. Puedes ir a follar, puedes follar y pasártelo bien, pero en el fondo de cada cual tenemos metidos que el amor es algo que merecemos y que, tarde o temprano, llega inexorable, no se puede parar, no hay frenos que lo puedan detener. Pero, ¿qué amor quiere quién exige cosas que carece? Ahí arrojamos la piedra pensando que nuestra fuerza es todopoderosa y que saldrá de la órbita de nuestro mundo, de nuestros pensamientos, para alejarse hasta el final de los tiempos. Las piedras del camino no son cometas, no son cosas exteriores al mundo interior. 

Pensamos nuestra vida como si fuera un camino llano y hermoso, con grandes vistas en todas direcciones y nos enfadamos cuando vemos que es hostil. ¿Qué hemos hecho para merecer esto, por qué a nosotros, por qué la mala suerte? Un secreto: el mundo es hostil con todos, no hay una razón ni una intención en hacernos caer. 

Reconoce por donde caminas, reconoce tus pies y tu fuerza para lanzar las piedras lo más lejos posible. Pero, sobre todo, reconoce que ese camino que andas es el tuyo y que no es recto, no está construido, no está el mundo aplanado a tus voluntades  para que te desenvuelvas con naturalidad y rapidez. El mundo no nos pertenece y no nos tiene que agradar. Tropezar con las piedras es algo necesario, pero la culpa no es de la piedra, la culpa es de esperar que todo vaya sobre ruedas. 

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