#Instagram.

2 de mayo 2015.



#Instagram.



Se me estaban empezando a dormir las piernas en la terraza del "Bá de fran", con el sol calentándome la espalda, cuando una conversación atrajo mi atención. Eran dos muchachas de más o menos mi edad, a saber, unos veintitantos. Lo que no aclara nada, pero ahora todo el mundo es más o menos igual desde que cumple los dieciocho, incluso antes, hasta que llega a los treinta, o incluso después. 

Una era rubia, de un tono tan intenso que parecía imitación de oro, la otra morena, su color natural, pensé. 
Hablaban de la gente a la que seguían en instagram. Que si ese tal Pablo era guapísimo y que además vestía genial. A las dos les gustaba ese chaval, al que yo no pude poner cara, pero me lo imaginé. 
-¡Mira que ojos! ¡Qué guapo es! - decía la una a la otra mientras se sumergían en su perfil. Pasaban las fotos con el dedo, porque lo veía, y se detenían en alguna y se quedaban en silencio observando. 
- Pero la novia no es tan guapa. No sé qué hace con ella. - dijo la rubia. 
- Ya, siempre hay tontas con suerte - se lamentaba la otra. 
Me enteré que también seguían a la novia, porque se metieron en su perfil y criticaron lo que había subido el día anterior. 
Hicieron lo mismo que con Pablo, sólo que el tono era distinto. Sus caras pasaban de la risa más ácida y cítrica a la cara de mayor asco posible, como si olieran huevos podridos o comieran comida caducada. 
- Mírala, siempre enseñando sus ojos azules. Mira casi todo son selfies. ¿Has visto sus fotos de verano? Le sobran unos kilitos. No sé qué habrá visto Pablo en ella, con lo guapo que es... ¡y los ojazos que tiene! - contaba la morena. 
- ¡Ya te digo! - contestaba su amiga. 
Siguieron cotilleando a más gente. A mí la duda me iba creciendo en el seso. ¿Cómo sería ese Pablo? Yo ya me lo imaginaba como un Brad Pitt, o un Ashton Kutcher. Y a su novia como una especie de Paz Padilla o Rosi de Palma. 
Estas dos amigas no estaban mal, eran delgadas, no demasiado altas y no eran feas. Iban bastante maquilladas, pero sabiendo lo que hacían. La rubia, además, tenía los ojos verdes, y los resaltaba con la típica y siempre efectiva línea negra que recorre los párpados. La morena tenía uno labios bonitos y una nariz chiquitita. No eran nada del otro mundo. Por eso me imaginaba a la novia de Pablo como una especie de adefesio contrahecho. 
Siguieron criticando a más gente, a más chicas. Algunas, por lo que entendí, eran amigas o conocidas suyas. 
- Mira cómo enseña carne, es una guarra. 
- ¿Y esas fotos de cerveza, qué se cree, que nos da envidia? ¡Bah! 
- ¿Y éste, que ha empezado a seguirme ahora? ¿De qué va? Le dio a me gusta a no sé cuantas fotos mías. Algunas de hace ya un par de meses...
- Ése es un enfermo. ¿Lo sigues?
- ¡Qué va tía! ¿Por quién me tomas? 
El camarero se acercó y me preguntó si quería algo más y le dije que sí, que otro café con hielo. La conversación me interesaba. 
-¿Has visto que fotos más chulas hace Roberto? El otro día subió fotos de su novia en ropa interior y están muy chulas. 
- Qué va, yo no lo sigo. Ahora mismo lo agrego. 
Por razones que nunca entenderemos, las casualidades ocurren y, muchas veces, cuando deben. Una muchacha castaña y de aspecto frágil, con el pelo largo, y la cara y las extremidades muy finas, pasó por la acera de la terraza del bar. Se sentó en una mesa cercana a la de las dos amigas y se quitó el pelo de la cara, dejando ver unas facciones finas y dulces, con unos grandes ojos azules que sobresalían. De inmediato las dos amigas bajaron el tono y juntaron las cabezas. Luego vino a sentarse un chaval a la mesa de la nueva muchacha. Un chico de pelo ligeramente rubio y rizado, alto y atractivo. Saludó a la morena con un beso en la boca y luego a las dos amigas con un gesto de la cabeza y de la mano. 
- ¡Hola Pablo! - dijeron las dos amigas al unísono. 
¡Ése era Pablo! Y esa debía ser su novia. Por lo que había oído a él me lo imaginaba más o menos como era, pero a ella no. Era mucho más guapa de lo que opinaban las dos. Y mucho más atractiva que ellas juntas.  
Las dos amigas dejaron de cotillear el intagram de todo el mundo y se pusieron a hablar cada una con su móvil, sin articular palabra entre ellas. 
Antes de irse se hicieron un selfie con el palo, poniendo morritos y enseñando algo de escote.
- ¡Que guay tía! Salimos genial. La voy a subir ahora mismo. 
- Pero si acabas de subir la de la tortita y los cafés que nos hemos tomado...
-¡Da igual! Si instagram está para eso ¿no? 
Y se fueron, no sin antes echar una mirada que parecía un mal de ojo a la novia de Pablo. 
Yo me terminé el segundo café sin saber si pensar que hoy en día la gente es más estúpida, o si lo era yo, por no entender cómo se comporta ahora la gente. 

2 comentarios:

  1. Muy bueno!
    (Solo una cosa, el botón para compartir en twitter no hace su función.. No se si es fallo de la página o algo mal configurado)
    Un saludo!

    ResponderEliminar
  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar